Hay muchos expertos en la más alta relojería que creen que no está todo dicho en cuestión de relojes. Por ejemplo, estos seis veteranos de la industria desconocidos para el gran público: Fabrice Deschanel, Didier Bretin, Manuel Thomas, Claude Emmeneger, Emmanuel Jutier y Stéphane Maturel. Reunidos en Suiza, han decidido que tenían algo que aportar al mercado, y han unido sus conocimientos de diseño, gestión, ingeniería, fabricación y ventas, acumulados en grandes marcas como Audemars Piguet, Breguet, F.P. Journe y Greubel Forsey, para dar vida a un nuevo reloj bajo el paraguas de Artime.

La primera declaración de intenciones de Artime se llama ART01, y está a la venta por 195.000 francos suizos más IVA (unos 199.250 euros más impuestos). Se rige por los principios de transparencia, yuxtaposición de materiales, volúmenes espaciales, innovación y buenos acabados. Con él quieren dirigirse a clientes exigentes y con los bolsillos a rebosar, como el precio sugiere. El reloj se ha lanzado en una edición limitada de 20 piezas.

Se trata de un ejemplar de pulsera aparentemente etéreo y complejo, cuyo movimiento esqueletado con un tourbillon suspendido toma la inspiración del trabajo del arquitecto valenciano Santiago Calatrava, el de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de la capital del Turia, entre otros magnos proyectos. Y, si bien los seis expertos mencionados se han volcado con el modelo, solo un nombre aparece en su esfera, el de Didier Bretin, el diseñador del movimiento.

El ART01 no esconde nada, es lo que ves. Como otros relojes considerados vanguardistas, carece de platina sobre la que montar el calibre y de esfera (una tendencia que inició el Freak de Ulysse Nardin en 2001). Su caja, con asas monobloque, alterna el zafiro transparente y el titanio, y mide 42 mm de diámetro y 11,4 mm de grosor.

El movimiento mecánico de carga manual en oro blanco, que otorga una reserva de marcha de 80 horas, ejerce también de dial. Está regulado por un tourbillon de un minuto con espiral doble, montado en la mitad de la caja gracias a unos puentes curvados ajustados con unos tornillos disimulados por los grandes índices redondos de las horas, con material luminiscente. Para armar todo se ha usado un mínimo de componentes (solo 261 piezas).

La corona no está atornillada ni es extraíble, sino que consta de un botón selector para las distintas funciones (no sabemos cómo se puede evitar darle sin querer). Con solo presionarlo se controlan sus tres posiciones, que se leen en la esfera: punto muerto (N), puesta en hora (H) o cuerda (R).

También las agujas son modernas: abiertas y rematadas con una punta en forma de hexágono del mismo color que los índices horarios. El ART01 se ajusta a la muñeca con una correa de piel de becerro negra integrada con una hebilla desplegable de titanio. Es poderoso, audaz y el último grito en mecánica relojera.