En 1908 el alemán Hans Wilsdorf registró en Suiza la marca Rolex.

Habían pasado tres años desde que fundara junto a su cuñado Alfred Davis la firma de relojes Wilsdorf and Davis en Londres y las ventas iban muy bien en la capital británica (la idea de importar movimientos suizos para engastarlos en cajas inglesas y dar forma a primigenios relojes de pulsera bonitos y precisos resultó ser un éxito), pero Hans —un portento del marketing (hablamos de alguien que se atrevió años después a demostrar la hermeticidad de sus piezas colocándolas en las muñecas de nadadoras que cruzaban el canal de la Mancha o sumergiéndolas en acuarios ante decenas de personas)— miraba ya más allá.

El ojo lo tenía puesto en el resto del mundo y para empezar a triunfar debía dar con un nombre fácil de pronunciar y lo suficientemente corto para inscribirlo en cualquier esfera, por pequeña que fuera. En las celebraciones del 50 aniversario de la casa, Wilsdorf aseguró que fue un genio el que le susurró “Rolex” al oído mientras viajaba en un carromato de dos pisos tirado por caballos.

En realidad la inspiración fue más onomatopéyica, ya que el nombre le recordaba al sonido que se emite al dar cuerda a un reloj. Sea como fuere, la leyenda empezó en 1908, un año que vuelve a tener plena actualidad en este 2023. Aunque no precisamente porque se celebre un aniversario redondo, sino porque Rolex, una firma muy poco dada a la autorreferencia (sus modelos obtienen su denominación generalmente a partir de su función: Submariner, GMT-Master II, Day-Date...), lo utiliza para bautizar su primer modelo completamente nuevo desde 2012, cuando apareció el Oyster Perpetual Sky-Dweller. Su homenaje al pasado no se queda en el nombre, ya que estamos ante el nacimiento de una nueva línea de relojes clásicos de vestir de Rolex, todo un acontecimiento (y que sustituye a la Cellini, que databa de 1968).

Inspirado en uno de los primeros modelos con rotor Perpetual de la manufactura, el nuevo reloj destaca por su sobriedad estética, algo esencial a la hora de respetar ese espíritu de clasicismo, pero combinada con una gran precisión y fiabilidad mecánica.

El Rolex 1908 consta de una caja muy fina, como mandan los cánones, y de 39 mm de diámetro, un tamaño muy clásico. Está dotada además de un fondo transparente que permite admirar el refinamiento estético del movimiento, así como las rotaciones de la masa oscilante. Posee unas asas cuyo contorno se perfila mediante unas aristas superiores ligeramente achaflanadas. En zafiro prácticamente imposible de rayar, el cristal abombado y el fondo transparente presentan un tratamiento antirreflejos.

La caja, con una hermeticidad de hasta 50 metros de profundidad, protege al movimiento que alberga en su interior. La forma de las agujas, los índices facetados y el bisel —abombado y con un fino estriado— forman parte del patrimonio relojero de Rolex y ofrecen un armonioso juego de brillos y reflejos, entre luz y sombra, que confiere al reloj un aspecto muy refinado. Su fondo transparente abre nuevas perspectivas estéticas al revelar un movimiento con una decoración única.

Con certificado de Cronómetro Superlativo, su calibre 7140, un movimiento también completamente nuevo de la manufactura con segundero pequeño, aúna rendimiento y elegancia: luce una decoración Côtes de Genève Rolex y una masa oscilante calada de oro amarillo de 18 quilates y cuenta con una reserva de marcha de 66 horas. Es tan fiable como resistente a los golpes, los cambios de temperatura y los campos magnéticos. Perfecto para un nuevo clásico contemporáneo.