Los diamantes y joyas, al igual que las obras de arte, pueden denotar de forma sorprendente los rasgos más importantes de un momento histórico.

Poco menos de un año después de su descubrimiento, en abril de 2019 en Botswana, se ha anunciado que Louis Vuitton es ahora el propietario del Sewelô, el segundo diamante más grande del mundo hallado desde 1995. No se conoce cuál ha sido el significativo valor por el que la marca de lujo francesa ha adquirido la gema al fabricante de diamantes Lucara Diamond, pero sí que los 352 gramos de los que consta (aproximadamente el tamaño de una pelota de tenis) serán deconstruidos para crear un exclusiva colección de joyas.

“Nadie espera que nosotros pongamos tanto énfasis en la alta joyería, creo que las cosas se pondrán un poco interesantes. Un despertar para la industria”, ha desvelado Michael Burke, jefe ejecutivo de Louis Vuitton al New York Times. Y es que precisamente la noticia ha sorprendido a todos pues el nombre del comprador no suele ser común en este tipo de acontecimientos. Lo normal sería, por ejemplo, encontrar dentro del listado de interesados a grandes coleccionistas o inversores.

La casa francesa, reconocido por sus tradicionales piezas de marroquinería y prêt-à-porter, ingresó en el mundo de la joyería en 2004 y en la alta joyería en 2009. El año pasado, el grupo LVMH se hizo con Tiffany & Co. La nueva compra del Sewelô (cuyo nombre significa ‘raro descubrimiento’) sería un ejemplo más del alto compromiso de la firma de lujo con uno de sus nuevos mercados.

La adquisición del segundo diamante más grande del mundo marca un hito importante en la incursión de las firmas de lujo en moda dentro de la alta joyería. El primero, el Cullinan, fue descubierto en 1905 en Sudáfrica y estaba compuesto por 3,106 quilates. En la actualidad la pieza mantiene una cercana relación con la casa real del Reino Unido ya que se encuentra en la Torre de Londres junto a las otras joyas de la corona británica.