Desde la antigüedad de los tiempos de las civilizaciones, el acto de obsequiar un bastón representa simbólicamente el dotar a una persona de poder. Esto sucedió por primera vez en la zona de Oriente Próximo (Asia y África), con el surgimiento de las primeras jerarquías de las sociedades de la Mesopotamia y Egipto.
Esta costumbre y simbología también se replicaría con el surgimiento de los primeros estados republicanos. Por su parte, América lo recibió en primera instancia como un objeto que representaba el poder de los jefes militares. La Corona Española dictaba las órdenes, las cuales eran acatadas por los alcaldes y regidores locales de los cabildos, que portaban el bastón como muestra de poder.
En el Cabildo Nacional, tras el Acuerdo de 1808, que decretaba el derecho a portar el bastón de mando como símbolo distintivo de su cargo, surgieron los regidores. El Cabildo se fue jerarquizando a medida que aumentaba la población en Buenos Aires, haciendo que las figuras de autoridad fueran cada vez menos reconocibles y que necesitasen un elemento material que los hiciese destacar como autoridad.
Luego de la Revolución de Mayo de 1810, este símbolo de tradición española dejó de utilizarse. En la Batalla de Tucumán, en 1812, el General Manuel Belgrano al proclamarse la victoria le entregó su bastón a la Virgen de la Merced, a quien le había rezado por sus tropas antes del combate. Ese bastón hecho de mimbre fue posteriormente reemplazado por uno de marfil con empuñadura de oro enviado desde Buenos Aires.
No es hasta 1814, con la creación del Directorio -el primer Poder Ejecutivo-, que se comienza a utilizar bastón y banda presidencial tras la aprobación en la Asamblea de 1813. Así pues, se otorgan desde entonces la banda y el bastón presidencial como una adaptación del cetro europeo. El primer Director Supremo fue Gervasio Antonio de Posadas.
Más cerca del nuevo siglo, en 1880, Mitre le obsequió a Urquiza el denominado Bastón de mando de los gobernadores de la Unidad Nacional. Finalmente, Domingo Faustino Sarmiento fue el primer presidente (entre 1868 y 1874) que asumió en ceremonia protocolar con la banda y el bastón como símbolo de poder.
Luego, el presidente Julio Argentino Roca, intercambió el bastón con su par chileno Federico Errázuriz, tras la firma del tratado de paz entre ambas naciones allá por 1899.
Los materiales
En nuestro país, los bastones de mando tradicionales son de madera de malaca, con elementos de oro y dos borlas, y fue en 1932 que se establecieron las normas para su confección. La madera debía ser de caña de malaca barnizada. La empuñadura, de 8 centímetros de largo, debía ser de oro macizo de 18 quilates y tener el escudo nacional esmaltado. La longitud dependía de la altura del mandatario. El regatón que recubre el extremo inferior del bastón también debía ser de oro.
Desde el retorno de la democracia en 1983, con la asunción de Raúl Alfonsín, el bastón es confeccionado por el orfebre Juan Carlos Pallarols, quien realiza su trabajo con madera de urunday, proveniente de Misiones y del Chaco. El bastón tiene una flor con veinticuatro cardos, representando a cada una de las provincias y la capital federal, y tres pimpollos, que representan las Islas del Atlántico Sur.
Posee además adornos de plata (en latín argentum). Desde 2011, el orfebre le añadió un detalle: dos manos estrechándose como símbolo de unión, con madera de firme estructura que no necesita barniz para brillar. Dicha madera se utiliza en tranqueras y puentes para unir caminos, reafirmando el mensaje de crear lazos. Cabe destacar que en la ceremonia protocolar se obsequia en cada ocasión un bastón diferente, y no se traspasa el mismo de presidente a presidente.
Fuente: www.cultura.gob.ar