La reina Isabel II de España es juzgada por la historiografía –con su doble vara de medir a hombres y mujeres– como una pecadora reincidente. Algunas de las faltas de su católica majestad fueron caricaturizadas en una pornográfica serie de acuarelas conocida como Los Borbones en pelota, fechada alrededor de su derrocamiento en septiembre de 1868.

A principios de ese mismo año, el papa Pío IX, con el que mantenía una fluida correspondencia de carácter personal y político, había concedido a su católica majestad, “por las altas virtudes con que brillas”, la Rosa de Oro, condecoración otorgada por el pontífice a personalidades católicas destacadas o a iglesias y lugares de peregrinación. Cuentan que en privado el Santo Padre argumentó a los detractores de la trastatarabuela de Felipe VI: “É putanna, ma pia”.

Trece años antes, la Reina de los tristes destinos, como la apodó Benito Pérez Galdós, había regalado a Pío Nono una fantástica tiara papal en agradecimiento a sus piadosos consejos y para compensar los desacuerdos políticos entre España y la Santa Sede. Algunas fuentes aseguran que se la donó para conmemorar la proclamación, el 8 de diciembre de 1854, del dogma de la Inmaculada Concepción de María, que resolvió que la Virgen fue concebida sin pecado original. Desmonta la defensa ‘mariana’ que uno de los autores de la alhaja pidiera un anticipo para terminarla en octubre de ese mismo otoño.

El tocado está montado, sobre un cono de hilo de plata fina, con tres coronas heráldicas, muy de moda entonces. En la cumbre asoma un orbe de la que nace una cruz latina. Las ínfulas están adornadas con las llaves de San Pedro, la paloma con las alas al viento, en representación del Espíritu Santo, y el Cordero de Dios, símbolo de Jesucristo.

La conocida como tiara papal española está enriquecida con 228 brillantes grandes y medianos de primer nivel, con un peso de 304 quilates; otros 14.792 brillantes de diferentes tamaños con 668 quilates, 2.954 rosas de esfera, 156 rubíes, la misma cantidad de esmeraldas, 269 zafiros, 24 perlas regordetas y 972 perlas de diferentes tamaños. Los aros ducales, con sus características hojas de apio, están confeccionadas en oro. Con el estuche y la caja de madera de estilo siglo XIII, el detalle salió por un ojo de la cara: 1.339.500 reales que no se terminaron de pagar hasta octubre 1856.

El triregnum está firmado por Pizzala-Ansorena / Madrid. Apellidos que corresponden al lombardo Carlos Pizzala, joyero y diamantista de Cámara desde 1849, y al alavés Celestino Ansorena, fundador de la casa Ansorena, famosa por haber elaborado la tiara Flor de lis con la que actualmente se adorna la reina Letizia. En 1860 Celestino Ansorena fue nombrado Joyero y diamantista de la Real Casa.

El italiano y el español ganaron el concurso para elaborar la corona del papa, promovido por la Casa Real y al que sólo se presentaron otros cuatro diseños, con un boceto realizado a la aguada y una memoria detallaba con diferentes versiones de la joya. Isabel II eligió la opción más rica, la más cara. El papa Pío IX se tocó con esta alhaja en las ceremonias más solemnes, relegando a un segundo plano a la usada hasta entonces, obsequio del emperador francés Napoleón Bonaparte a Pío VII en 1804 y en cuya elaboración participó Marie-Étienne Nitot, padre de la joyería Chaumet.

Es improbable que veamos al todavía desconocido heredero de San Pedro coronado con esta o ninguna otra tiara. El último en usar una fue Pablo VI en 1963, aunque todos sus sucesores han contado con una propia, incluido el papa Francisco, a quien se la regaló el presidente del parlamento de la República de Macedonia del Norte, Trajko Veljanovski, en 2016.

El triregnum español, custodiado en el Vaticano, fue exhibido en 1995 en la retrospectiva organizada por Ansorena en Madrid para celebrar su 150 aniversario. En 2018 formó parte de la propuesta Cuerpos Celestiales. Moda y la Imaginación Católica del Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Para la inauguración de la exposición, la cantante Rihanna se visitó de papisa. Aunque prefirió hacerlo con una mitra en vez de con una tiara.