La reina Mary de Dinamarca disfrutó de cuatro diademas como princesa: tres de su propiedad y una prestada. Ahora, como consorte de Federico X, tiene también a su disposición las Joyas de la Corona (en exclusiva) y las alhajas del Fondo de Bienes Muebles de su familia política.

Las Joyas de la Corona son propiedad del Estado y están formadas por cuatro juegos que se exponen en el Castillo de Rosenborg cuando la reina no los utiliza dentro de las fronteras del país, y es que es costumbre que estas gemas preciosas no visiten el extranjero. Su historia se remonta a la reina Sofía Magdalena, consorte de Christian VI, quien montó la colección y estipuló que, tras su muerte, acontecida en 1746, sus tesoros no los heredase una persona concreta, sino que estuviesen siempre a disposición de la reina en ejercicio argumentando que "en esta Casa Real hay muy pocas joyas y ninguna joya de la Corona".

La mayoría de las piezas originales de Sofía Magdalena de Brandeburgo-Kulmbach fueron rediseñadas al gusto de sus sucesoras. Actualmente casi todas lucen según el antojo de la reina Carolina Amalia, consorte de Christian VIII, quien las mandó montar de nuevo en 1840. Por su lado, las joyas del Fondo de Bienes Muebles pertenecen a esta fundación de la familia real danesa, es decir, que como no se transmiten de persona en persona, sus herederos se ahorran un dineral en impuestos. Este patronato fue fundado en 1910 por los reyes Federico VIII y Luisa con el fin de reunir y asegurar el oro, la plata y otros objetos de valor "que se desea conservar en nuestra familia y que, por tanto, pasarán indivisos de rey a rey de nuestra Casa". La reina Luisa –princesa sueca de nacimiento– incluyó en este fondo gran parte de las chucherías que heredó de sus antepasados holandeses, alemanes, franceses y suecos. En esta galería nos ocuparemos de la única diadema que forma parte de las Joyas de la Corona (cofre que sí cuenta con varias coronas) y de las dos del fideicomiso de la dinastía Glücksburg más ligadas a las dos últimas reinas danesas: una titular y otra consorte.

La diadema de esmeraldas de las reinas danesas.

Esta diadema –el único adorno de este tipo que forma parte de las Joyas de la Corona– se integra en un parure (que dirían los galos) con collar, broche y pendientes girandole a juego. Fue creado a petición de la reina Carolina Amalia en 1840 por C.M. Weisshaupt para la coronación de su marido, Christian VIII, el último monarca danés en ceñirse la corona de Christian V. Todas las piezas, de plata y oro, presumen de un diseño lleno de lazos dibujados con diamantes que acogen las esmeraldas; entre otras, las que el rey Christian VI regaló a la reina Sofía Magdalena cuando nació su hijo, el futuro Federico V, en 1723.

En la serie documental de cuatro episodios Dronningens skatkammer (El tesoro de la reina), rodado por la televisión pública danesa para festejar los 50 años en el trono de la recién abdicada Margarita II de Dinamarca, la homenajeada aseguró que fue su madre, la reina Ingrid (princesa sueca de nacimiento), la que recuperó el uso de estas alhajas: “A mi madre le interesaba la historia y pensó que era una lástima que estas joyas estuvieran tiradas por ahí. Había que usarlas. La esposa del rey, la reina, tenía permiso para usarlas”. La exmonarca, quien considera que las joyas son “una especie de ropa de trabajo", señaló en el primer capítulo que las más de 60 esmeraldas de este juego “son muy raras, de un color verde muy intenso, muy oscuro y casi sin motas, lo cual es muy raro”.

La diadema de perlas: la favorita de la reina Margarita.

El aderezo de diamantes y perlas de las reinas danesas cuenta con diadema, collar, pendientes y un par de alfileres de diferentes procedencias. El tocado destaca por las perlas perillas -suspendidas de un marco de diamantes- que bailotean con el más mínimo movimiento. Según lo publicado por Bjarne Steen Jensen en su libro sobre el cofre regio de Dinamarca, la princesa Luisa de Prusia recibió la diadema y el alfiler con forma de botón cuando se casó en 1825 con el príncipe Federico de Holanda. A su muerte en 1870, Luisa se los dejó a su hija y tocaya, la reina consorte Luisa de Suecia y Noruega, y muy poco después, ésta se los legó a la suya, la reina consorte Luisa de Dinamarca. La bisabuela de Margarita sumó a esta pareja de alhajas el adorno para el escote que el jedive de Egipto, Ismail Pachá, le regaló por su compromiso con Federico VIII de Dinamarca en 1868 y otro imperdible de perlas, una especie de brocamantón en racimo, detalle nupcial de los zares Alejandro III y María de Rusia, nacida princesa danesa.

Pasado el tiempo, el collar se mutiló con el objetivo de conseguir un par de pendientes pendeloque a juego. Luisa, la cocreadora de la fundación familiar, incluyó este aderezo entre las alhajas que deben pasar de generación en generación. También para conmemorar el jubileo de oro de la reina Margarita se organizó una exposición (de la cual el documental para la pequeña pantalla tomó prestado el título) en la que la madre de Federico X, que prestó su voz para la narración de las audioguías, explicaba a los visitantes que esta “estruendosa diadema floral” la usó por primera vez en 1972 para su primer retrato oficial como reina disparado por Rigmor Mydtskov. Con los años se convirtió en el ‘sombrero’ más emblemático de la suegra de Mary Donaldson. “Cuando hay que ir a por todas utilizo este juego. Es el más bonito de todos", aseguró en DRTV.

La diadema floral de las bodas.

La diadema floral que había pertenecido al tenor danés Lauritz Melchior, en las propias palabras de la reina Margarita, “consta de tres partes. Mi padre la pescó justo antes de casarme (la entonces princesa heredera contrajo matrimonio en 1967 con Enrique de Laborde de Monpezat). Mi madre la usó en mi boda. Estaba montada sobre un soporte, por lo que rodeaba toda la cabeza y no se quedaba en la parte delantera como muchas diademas”. Por esta razón Daisy, como la conocen sus íntimos, decidió reformarla en los años ochenta. “Nos deshicimos de la base a la que estaba atornillada para poder utilizar las tres partes colocadas de varias maneras. Eso es lo que la hace especial. Realmente me gusta mucho: puede variar tanto”, explicó su entonces custodia ante las cámaras. Los tres adornos, ahora independientes, están elaborados con diamantes, unos minerales que a la reina (que conserva el título pero no el oficio) le parecen “serios, pero igualmente efervescentes: mira cómo brillan”.

La narradora del documental aseguró que la joya es propiedad privada de la ahora reina madre pero en el libro publicado por Heidi Laura sobre la exposición para conmemorar el mismo hito (las cinco décadas de Margarita como monarca) su protagonista aseguró que sus progenitores, los reyes Federico IX e Ingrid, decidieron incluirla en el fideicomiso de la dinastía Glücksburg. Margarita, propietaria de una colección privada de extraños adornos capilares, se distinguió con esta diadema floral en el casorio de su primogénito y en el primero de su segundo hijo, el príncipe Joaquín.