Hay cosas que ni los bolsillos más desahogados del mundo pueden comprar. Tiempo, amor del verdadero y relojes mecánicos de edición única y primera mano. Para que una firma relojera de postín fabrique un ejemplar personalizado para un solo cliente, éste debe tener, además de la cartera llena, una relación longeva y fiel con ella y una propuesta interesante.

Los hay que no se conforman con lo que ya existe en el mercado y buscan piezas pensadas únicamente para ellos. Y la demanda goza de muy buena salud. Están las personalizaciones “democráticas” de Swatch, que ofrece el servicio Swatch X You en algunas de sus colecciones, como Zodiac. Gracias a un configurador virtual, el cliente toma un reloj base (el SXY New Gent de cuarzo de 130 euros), escoge su esfera entre varios diseños predeterminados (girando, acercando o alejando la imagen), elige el color del mecanismo y decide si le pone índices al dial o no.

Pero eso se queda muy corto comparado con la personalización que solicitó hace unos meses un coleccionista de relojes y de coches al equipo de la suiza Vacheron Constantin: quería un reloj mecánico para encajarlo en el salpicadero de su también personalizado Rolls-Royce Armillary Tourbillon de edición única que alojó en un soporte extraíble del Rolls-Royce.

Algunos clientes son capaces de esperar colas de cinco años como máximo hasta que Les Cabinotiers les entrega su pedido. Claro que no les dejan solos mientras tanto: reciben bocetos de su reloj y son invitados a los talleres de Vacheron Constantin para ver cómo avanza el proceso.

También Zenith y Patek Philippe han hecho históricamente trabajos a medida. Algunas marcas admiten hacerlos, como Jacob & Co, que personalizó un reloj de cinco zonas horarias, el Five Time Zone de 47 mm, para el diseñador y empresario Virgil Abloh (claro que personalizar un reloj no es lo mismo que hacerlo desde cero). Otras lo hacen pero no quieren que corra la voz, para no recibir una avalancha de pedidos.

La mayoría, no obstante, no brinda exclusividad porque no puede parar sus producciones en serie habituales para centrarse en pocos relojes. De ahí que sean las enseñas independientes que producen series muy limitadas las que más fácil lo tengan para consumar los pedidos especiales, como Andersen Genève, por ejemplo.

Byrne Watch ofrece desde este año a sus clientes la posibilidad de personalizar sus relojes, que incorporan un movimiento mecánico capaz de cambiar el diseño de la esfera: “Cada día, al mediodía o a medianoche, en un instante, los cuatro índices cardinales (cuatro cuboides giratorios a las 3, 6, 9 y 12 horas) giran a la vez para revelar otra cara. Se puede hacer que aparezcan en los marcadores números romanos, números arábigos o cualquier otro carácter, símbolo o diseño hecho por encargo, lo que presenta potencialmente hasta 16 caras de marcador diferentes. Es una complicación de animación patentada que requirió de tres años de investigación y desarrollo”, dicen en la firma.

Hay una derivada más para las marcas: la de autorizar a terceros personalizaciones de algunos de sus relojes, como han hecho las firmas relojeras del grupo LVMH: Hublot, Zenith y TAG Heuer con Bamford Watch Department, una marca que personaliza relojes de lujo. Así sus clientes no se frustran si las casas fabricantes les dan un no por respuesta.

A veces son los clientes más VIP los que estimulan la creatividad de los maestros relojeros, impulsándoles a crear nuevos mecanismos por encargo. De hecho, muchas de las colecciones actuales más emblemáticas se forjaron a petición de los consumidores, como Reverso, de Jaeger-LeCoultre. A principios de los años 30 del pasado siglo, los jugadores de polo buscaban un reloj que pudieran usar durante el juego y que no se dañara.